martes, 28 de agosto de 2007

En la región de Pisco, el trauma psicológico es un hecho cotidiano...

En Humai, en Pisco y en muchas otras ciudades de la región, la vida vuelve poco a poco a la normalidad. Para los supervivientes del terremoto, los recuerdos dolorosos que hasta ahora habían sido olvidados vuelven a asomar de nuevo. A día de hoy, la principal prioridad de Médicos Sin Fronteras (MSF) es proporcionar atención psicológica a los afectados.

El equipo de psicólogos que trabaja en MSF en Humay nos explica:

Actualmente, para muchas personas en Humay, su hogar es el campo de baloncesto del Complejo deportivo de esta ciudad. Son conocidos como los olvidados: sus casas fueron destruidas a causa del terremoto del pasado 15 de agosto. Niños, adultos y personas mayores -incluso un pocos perros- malviven en tiendas de campañas y precarios refugios hechos con trozos de plástico.

La pequeña ciudad de Humay, con una población de 6.000 personas, está a 45 kilómetros de Pisco. Fue golpeada tan violentamente por el terremoto que sólo la tercera parte de la población sigue aquí.

Los ocupantes del Complejo deportivo han atendido a una charla psicoeducativa organizada por el equipo de cinco psicólogos de MSF. Patricia Salazar y Michele Schutz, forman parte de este equipo, que desarrolla un proyecto de salud mental de emergencia en Pisco y sus alrededores. La charla consiste en una serie de juegos y grupos de discusión que permite a la gente expresarse libremente y manejar y compartir sus sentimientos ante una experiencia como la del terremoto.

"Lo que tratamos de explicar es que la falta de apetito, la ansiedad, la sensación de náusea y el insomnio no son nada inusuales ante una situación así", explica Michele. "Éstas son reacciones normales ante una experiencia tan anómala". "Algunas de estas personas han perdido a sus seres más queridos. Los terremotos trastornan por completo la vida de la gente, y la rutina diaria desaparece. Muchos aún sienten pánico a que hayan nuevo temblores y otros aún están llorando a sus muertos ".

En Pisco y algunas de las localidades situadas en el interior del país, los equipos del programa de salud mental de MSF trabajan conjuntamente con los que dan asistencia médica y distribuyen mantas, material para cocinar y kits de higiene.

Mientras Michele empieza las clases de dibujo con los niños, Patricia reúne a un grupo de adultos y personas mayores. Uno de las actividades que desarrollan es un juego de mimo en el que participan todos: un primer grupo simula que son una casa, pero a la hora de escenificar el terremoto, la casa, en vez caer destruida por el impacto, se mantiene en pie. Eso les hace reír. Al final del encuentro, una mujer, visiblemente mocionada, agradece a Patricia su apoyo ya que, afirma, es lo único que ha recibido desde que ocurrió el terremoto. Aquello que lo soliciten, pueden recibir además atención psicológica personalizada.

Mientras, los niños están acabando sus dibujos. María Teresa, de 10 años, está llena de energía. Ella es la que ha venido con la idea del mensaje que se ha colgado en un cartón en uno de los refugios hechos con plástico: "Tenemos que estar unidos en estos momentos difíciles que estamos pasando y vivir en armonía, amistad, amor, confianza y ternura". Pero cuando la psicóloga Michele habla con María Teresa tratando de conocer con mayor profundidad el impacto del momento en el que sucedió el terremoto, vuelven a la niña las imágenes de oscuridad y del frío de la noche reaparecen. El ruido y las montañas de polvo aún están aquí. Y las lágrimas son inevitables.

Para más información sobre las operaciones de MSF en Perú, visita www.msf.es

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