domingo, 23 de diciembre de 2007

Territorios de encuentro

ELPAÍS.com (22 de diciembre de 2007)

El flamenco ha ejercido una gran atracción para muchos músicos clásicos, creando un repertorio que sigue creciendo

n un mundo tan reacio a la inspiración del momento como el de la música clásica, donde hasta las cadencias de un concierto deben estar escritas en papel pautado porque sus intérpretes renunciaron al valor de la improvisación hace ya demasiado tiempo, el flamenco aporta una bocanada de aire fresco. Manuel de Falla, que amó íntimamente el cante jondo, buscaba esa atmósfera de libertad, esa sinceridad del intérprete, al crear El amor brujo pensando en la mítica bailaora Pastora Imperio. Hay que escuchar la primera versión de esta maravillosa gitanería en un acto, escrita en 1915 sobre el teatro de María y Gregorio Martínez Sierra y reconstruida por el musicólogo Antonio Gallego para captar en toda su grandeza el alma gitana que ilumina la obra. Josep Pons llevó al disco esta versión original, con la cantaora Ginesa Ortega y la Orquesta de Cámara del Teatre Lliure, devolviendo su coherencia argumental a la pieza. Sólo una cantaora puede transmitir de forma natural el desgarro de las invocaciones de Candela para recuperar a su amado. Falla estandarizó un poco la obra en su versión sinfónica, con la parte solista adaptada a las voces habituales del mundo clásico, soprano o mezzosoprano, pero el argumento de la gitanería se entiende menos. Cuestión de color vocal, de temperamento, de pellizco. Por ello, hasta la versión sinfónica cobra nueva vida con una cantaora. De hecho, el flamenco impregnó el universo musical de Falla, pero no como objeto de cita sino como fuente de inspiración, recreando sus giros melódicos y sus patrones armónicos y rítmicos hasta el punto de inventar una música nueva que suena inequívocamente flamenca. Algo mágico suena en sus Noches en los jardines de España, en El sombrero de tres picos, en las Siete canciones populares españolas o en La vida breve: en las escenas de la fragua, en las romanzas de Salud, en las vigorosas danzas se respiran acentos flamencos.

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