domingo, 13 de enero de 2008

Un poeta insólito

ELPAÍS.com (13 de enero de 2008)

El escritor de la libertad y el compromiso
JOSÉ SARAMAGO

Cuando hace años empecé a entrar más profundamente en el conocimiento de la vida literaria española, me encontré con un poeta que por la época y por las circunstancias del tiempo y de la creación poética me pareció insólito. Era Ángel González. Me pareció insólito porque era a la vez un poeta de su tiempo y un poeta fuera de su tiempo, y no en el sentido de que fuera anticuado, ni mucho menos. Era un poeta con una voz determinada, propia, una voz que conservó hasta el final de su vida. Ángel era un poeta con una preocupación social nada retórica, vivificadora. Ha sido un poeta al que yo leía con mucha frecuencia porque en muchos casos sentía que me quitaba las telarañas de los ojos. Era la suya una poesía que no parecía innovar y, sin embargo, lo estaba innovando todo. Ahora que no está debo decir que para mí siempre fue buena y refrescante la lectura de Ángel González. Lo guardo y lo guardaré entre mis poetas preferidos de cualquier tiempo.


Para que yo me llame Ángel González

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

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